viernes, 8 de julio de 2011

Tiranía hasta en los cambios de regalos

Definitivamente sin palabras. A todos nos ha de pasar, quizás más de alguna vez recibir un obsequio que prácticamente no podríamos usar ni para la limpieza, ¿qué será mejor, rehusarse a no usar nunca el regalo o simplemente cambiarlo? Sin duda, la alternativa más atrayente es cambiarlo, si es nuestro regalo, puedo decidir yo la utilidad del mismo, a fin de cuentas, se lo dieron a uno. 

Hace poco cambié lo más difícil que pueden regalarle al género femenino: un bikini. A mi juicio fue un acto de amabilidad, incluso de esfuerzo, pero también una arriesgada decisión. Tan arriesgada que a causa de dos motivos lo llevarían a ser el presente por el que me atrevería a rendirme. Primero, porque el comprador no puede asegurar que tan bien le quedará a su regalada dicha prenda aún teniendo una leve sospecha de su contextura, segundo, porque aún si la primera causa fuera superada es muy posible que sea desechado por el estilo que debe ser y ahí solo se ha de tener suerte o buen ojo. 

Pues bien, este era todo lo opuesto a lo que yo elegiría y no me quedaba opción que cambiarlo, al menos si quería alguna vez hacer uso de tal presente. Y eso fue lo que me dispuse a hacer, pero todo salió como no debía: por un lado la tienda estaba hecha un zoológico, las vendedoras desanimadas tenían una cara de mierda, sospecho que esperaban con ansias su hora del almuerzo y cada vez, que encontraba una prenda, un bolso o cualquier cosa menos un bikini resultaban ser estremecedores, o me faltaba dinero o debía buscar algo más para llevar, lo que me era imposible, para completar el monto me di cuenta de que no había nada que en realidad necesitara y aún más no había nada de nada. Me dirigí a los accesorios con la esperanza de que siempre hay algo para llevar, aún por pequeño que sea, pero al entrar y mirar las etiquetas me dio un revoltijo por completo, cualquier objeto en que se posaban mis ojos pedían más de lo que yo tenía. 

En eso las vendedoras hastiadas por mi insistencia en que solo me dejaran llevar lo que realmente quería aún cuando me alcanzaba para algo más pero no suficiente como para comprar otra cosa. Yo, por mi parte persistía en la búsqueda, exasperada y famélica por todas las horas consumidas y ningún bocado que saciara mi apetito, mientras tanto se acercaba la hora del almuerzo. 

Para un final feliz, logré llevarme lo que quería, además de una de esas lociones desmaquilladoras faciales, que resultó ser bastante útil entre tanto zoológico. 

CAMI 

No hay comentarios:

Publicar un comentario

Well, cada comentario hace lo suyo, cada comentario nutre en cierta forma éste blog, ¿por qué no alimentarlo más?