miércoles, 26 de diciembre de 2012

Escondrijos entre disfraces

Todo estaba como boca cerrada, sin embargo no le temía ni al silencio ni a la oscuridad y por ello, no podía ser un problema mayor. Lo que parecía inquietarle era no salir nunca de su refugio que resultaba ser tan cálido como para tumbarse en él y dejarse morir, asunto que preocuparía a cualquiera. Bueno, a cualquiera que fuese sensato sin una vida desdichada e instintos suicidas.

El muchacho pretendía seguir soñando, estaría aún dormido si no hubiese sido por el extraño hedor. Un hedor que desagradaría a cualquiera. Al abrir los ojos el lugar seguía teniendo un aire familiar, pero el hedor permanecía intacto, en un recóndito lugar debía de estar descomponiéndose algo, quizás se trataba de una manzana, no era la primera vez ni la segunda que le pasaba. Una oscuridad profunda  atiborraba la habitación, era imposible visualizar bien las cosas, pero recordaba haberse dormido después de las múltiples cenas que se ha dado este último tiempo en su dormitorio o "refugio" como le gusta llamarlo. Si es verdad, el muchacho había estado siendo un completo antisocial, hasta él lo pensaba de vez en cuando, pero nada le agradaba más que esconderse entre las sábanas. 

Había un problema, quizás el hedor implicaba algo mayor que la descomposición de una fruta, quizás se trataba de un ratón debajo del polvo y los calcetines sucios. Era probable, pues él sabía que no había limpiado desde el Lunes pasado y eso conllevaba a una rebelión de arañas y telarañas por todos lados. 

Si efectivamente era un ratón no podía permitirse caer en la desesperación, hizo una pausa y trató de no dormirse, pero le fue inevitable. Cuando despertó por segunda vez el oculto y escondido hedor se había delatado. Recordó su ausencia en la madriguera y el desastre que se encontró a su regreso, los olores aún quedaban. Se sintió apenado por ser un humano por tan poco, aunque se tratara de una ilusión el disfraz no fue suficiente y la madriguera tampoco, pero tenía buenas zanahorias para aguantárselas un rato. 

CAMI.

martes, 18 de diciembre de 2012

Soy una hipérbole

Sentirse amenazado por esos acertijos que la razón dicta como correctos resultan ser cada vez más latentes. Es inusual que no titubeara desde un comienzo, no por ello imposible, mi prioridad se dirige al sentir más que al pensar. Sufro de una discordancia que no sé resolver.  El tiempo no me habla y se cerraron las puertas de la fuga. El seguir no es el problema, el final lo es. Lo conozco, lo he visto otras veces más de lo que hubiese deseado. Indiferencia y desamor, el viaje va hacia allá. Sentimientos intensos pero fugases. Esta vez depende de la razón, parece extraño, pero el sentir no tiene nada nuevo que enseñarme. Soy una hipérbole, una exageración. No tengo identidad por mi misma más que la de una figura literaria que está para adornar la situación. 

CAMI.

miércoles, 12 de diciembre de 2012

Vía insegura

Fueron cientos de mensajes, miles de palabras y millones de pulsaciones. Teclas que al final acumularon horas invertidas. El tiempo se hizo presente en dos dimensiones, la real y la no tan real, las mismas dimensiones de las cuales cuestioné su existencia. ¿Había una tal "realidad"? 
Lo real si es que efectivamente existía me parecía rutinario y difuso, si aquél cosmos se tratara de ficción, probablemente hubiese dibujado un país de las maravillas para mi misma, un tanto egoísta. Por el contrario, lo no tan real fue inesperado, resultó ser el empujón diferente al diseño de todos los fines de semana y como todo acto inesperado lo seguí.

Jamás me he permitido caer en lo que sigo, sin embargo mi obstinado ser lo hace de todas formas. Dudo de las respuestas incorrectas y a quedarme vacía en el interior. Qué pasaría si caigo en una ilusión que acarrea desilusiones y con ello me consumo de a poco hasta apagar por completo ese motor.

Si se tratase de ficción me temo que no escogería nada, no tendría por qué hacerlo. Si aquella realidad realmente existiese yo sería feliz.

CAMI.