jueves, 29 de noviembre de 2012

Desorden

Cuando mi mente está hecha no sé sentir, ni pensar y menos actuar. Se esperaría que como todas las cabezas   hechas la mía fuera ordenada, sin embargo hallamos lo contrario, tal desorden, mi desorden, me lleva a no saber absolutamente nada más de lo que puedo encontrar en los libros. Suelo coexistir con el desorden a diario, nutrirlo con ideas nuevas y confundirlo cada vez más. Pensamientos mezclados es lo único que deja, desearía que dejara aunque sea un recuerdo de cortesía, después de todo es una visita frecuente. Hay veces en que todo parece perfecto, mi mente está libre de ese circo escandaloso y mis ambiciones se hallan nítidas. Hoy no es ese día, pero por más extraño que parezca estoy satisfecha, incluso feliz, quizás el desorden nunca fue dañino, quizás sólo confunde pensamientos y deja libre el paso a las emociones que actúan como si tuvieran vida. 

CAMi. 

lunes, 26 de noviembre de 2012

Sin memoria no hay color de rosa

La luz cegadora permanecía intensa, cerré los ojos un instante, estaba fatigado,  jamás había echado un vistazo a mi interior por más de diez minutos y tal acto había despertado curiosidad desde mis orígenes. Me sentía extrañado e intrigado, parecía una especie de visitante y no un dueño de su propio cuerpo. Por un lado, divisaba mi lengua que articulaba palabras como "no todo es color de rosa", aún cuando en un principio lo parezca, insistía en anunciar lo contrario, y por otro,  me observé a mi mismo, escribiendo encorvado y de forma angustiada, arrancando papel por papel algo que parecían ser recuerdos, los que arrojaba al piso de forma brusca y desconsiderada. 
-No te inmutaste con nada, me decía, pero aquí estamos los dos ahora. Sabía que vendrías, continuó, pero llegas tres días tarde. 
Prácticamente me hablaba lo que se conocía como alma, posteriormente como mente y actualmente como conciencia. Percibía cierta indiferencia de su parte, estaba indignado de mi y quizás tenía razón para estarlo, pero yo no podía permitírselo ¿o si? ¿desde cuándo se ha visto que una conciencia tiene mayor importancia que todo el ser? y ¿desde cuándo se ha visto que el ser es mayor que su conciencia? ¿Qué sería yo sin mi conciencia? Un ser sin culpa, un ser sin mente, un ser sin alma, un don nadie, o  mejor dicho, un Señor X. 

Siempre supe que había sido el Señor X desde las penumbras, al principio creí tener algo que acabaría con los vacíos, esos que todos han visto y que yo nunca pude ver, sin embargo aquellos algos se fueron reduciendo por si solos, y ahora mi anticonciencia (si se puede llamar así) se encargaba de realzar lo que había estado ocultando por dos décadas y media. Así es, creo estar seguro de tener veinticinco, una experiencia de cuarenta y dos y un vocablo de un chiquillo de quince. Soy de indignar, no por ello, dejaría a mi anticonciencia burlarse de mi. 
Estaba eliminando mis recuerdos, esa arrogante y grosera anticonciencia.

Recuerdos que marchaban, martirios que llegaban, cada vez me sentía más y más cansado, estaba débil y la fatiga me era insoportable. Mi memoria se estaba vaciando. ¿Qué recuerdos me quedaban ahora? 
En realidad creo que ninguno, en lo profundo del fondo, vislumbré un brillo rojo, parecía algo delicado, como esos adornos que se cuidan como trofeos. Que se pulen a menudo. Que se miran pero no se tocan. Intenté acercarme, extender mi ojo de ave para observar mejor, me era familiar, creo saber de dónde viene, pero ¿qué podía ser? A lo lejos unos sonidos provenían de allí en el fondo. Estaba sobresaltado, el alboroto me tenía agitado y no por ello, la curiosidad disminuía, todo lo contrario. De pronto, había llegado la infeliz.

-Lo recordarías si hubieras llegado antes, me dijo,  tres días antes para ser exactos, hoy día está marchita y no queda más remedio que botar todo a la basura, decía mientras barría los recuerdos destrozados que permanecían aún en el piso y el corazón había dejado ya de latir. Siempre es a mi a quien le toca eliminar tus desastres, querido amigo. 

CAMI.

miércoles, 21 de noviembre de 2012

Utopía

Levanto la vista por vez primera y denoto algo extraño, algo que no había observado otras tantas veces, un insignificante detalle. Mi respiración parece tranquila, lo bastante como para llegar a la conclusión de que estoy saludable, mera casualidad. Por sobre mi hombro, reposa un hilo azul que corresponde al asiento que comienza a deshilacharse. Por la ventanilla la vista ha de verse hermosa, sin embargo la he mirado tantas veces que nada me parece ajeno. Como es usual en los días de semana, el tren marcha por las vías atravesando cerros que se aproximan a la costanera. Le llaman "el lejano oeste" o eso dice la gente, quizás por su carácter desolado y silencioso. A lo lejos se observa la carretera despejada con unos pocos autos fugaces. Mi vista se detiene un segundo, mis pupilas se agrandan como si estuviera entre sombras, y los cerros se alejan. Estoy en el vació, aquél absurdo momento en que piensas de modo confuso y paradójico y al mismo tiempo no piensas nada porque estás en el vacío. Pronto vendrán las imágenes, en la espera se escucha una melodía metódica, de esas que seguro terminaré tarareando en tiempos inoportunos. Recuerdos llegan y no de hace mucho, me temo que de eso se trata todo, los vivo como si nunca hubieran ocurrido, recuerdo despacio, saboreo. En realidad vivo una ilusión. Lo que parecía antes real, ahora no era más que una utopía. Y lo odio. 

CAMI.