viernes, 1 de noviembre de 2013

Los noventa y tantos

Aunque escribió ciertamente de muchas cosas, ninguna de ellas fueron sobre mi. Nunca escribió sobre París ni acerca de su ciudad de origen. En los años noventa, época en que nació, surgía también la mini falda y Mickey Mouse, los patines de cuatro ruedas y las trenzas afroamericanas, los caballeros del zodiaco y las zapatillas con luces, Bjórk y los productos marinela, Sailor Moon y el interés por el arte vanguardista de Marcel Duchamp y entiéndase por interés, no como el origen de su arte, sino más bien como el intento de imitar más de una vez sus obras sin buenos resultados. La aparición del ''ready-made'',  de hace varias décadas atrás, lo había marcado, nunca pudo interpretarlo como arte verdadero, ¿cómo podía un baño ser arte? La gente debía de estar loca, pero como no era crítico, su opinión no importaba demasiado. Surgió también la amistad entre Arnold y Gerald y, la de Gertrude Stein y Hemingway, que desató luego su animadversión; situación que por cierto lo hizo reflexionar acerca del apego que le tenía a las féminas, nunca más pasó las noches con la misma mujer. Nacieron también las chaquetas de plástico de colores y los sancks 'Gatolate', el color amarillo y la música techno a finales del período. 
Nunca probó el té rojo y cerraba los ojos cuando me veía, para sentir mi aroma me decía, aunque siempre creí que quizás no deseaba verme, no hasta después de fallecer cuando su cadáver confesó todo, declarando su amor en sus huesos, el cual nunca tuvo el valor de decirme estando vivo y así como, el tiempo no es nada cuando estás vivo, tampoco lo es cuando estás muerto.

CAMI