miércoles, 27 de febrero de 2013

Pensar con ritmo

Alguna vez hubo alguien, quien no era nadie, estaba muy lejos de ser listo, brillante y carismático. Ése era yo y cuando tome unos cuantos vasos de tequila (y quién sabe cuantos son) entenderé lo que significa ser alguien como yo. No es la primera vez que me tratan como un completo extraño, cualquier humano sensato se sentiría ofendido, quizás también debería, pero tal trivialidad es tan perturbadora y compleja como la pelusa de mi ombligo, además la música electro está chispeando. Sí, "chispear" mi nueva palabra cliché para los estrépitos momentos bienaventurados. Podría acostumbrarme al vocablo regular que emplean las queridas multitudes, sí podría. Incluso podría acostumbrarme al ajetreo de brazos y piernas, a la respiración contrariada y a la sincronización de movimientos con música. Algunos humanos sacuden sus cabezas para estar más wendi, otra expresión más de mi palabrerío. Quizás también podría hacerlo y ser aún más wendi. No estoy seguro de cuantos vasos había tomado para besar a la grácil joven de peluca púrpura cuyas manos rodeaban mi torso, pero sospechaba de que no podían ser pocos. Ella por otro lado, parecía preocupada, quizás quería verme sobrio o quizás mis palabras infortunias no le habían agradado del todo, nunca he sido bueno con los diálogos: "alguna vez hubo alguien, que no era nadie. Alguna vez hubo algo, que no era ni brillante ni lujoso, solo perfecto. Y alguna vez hubo amor en vez de prudencia", quizás solo debí quedarme callado. 

Mis pensamientos siempre cobran vida más de lo habitual. 

CAMI.

domingo, 17 de febrero de 2013

Negociar para no matar

Me temo que tener juicio está sobrevalorado.

Asesiné a la mosca con mi técnica mortal. Nunca había resultado con tanta naturalidad, podía considerarse casi como una hazaña, pero aún así no podía dejar de sentir que había obrado mal. Tras la culpa, la técnica mortal había sido un éxito, el pequeño insecto ya no tenía fuerzas para enfrentarme y aunque por muy débil que se viera ahora, nunca fue una santa mariposa (de hecho nunca fue una mariposa), como de costumbre había estado fastidiando mi hora de lectura. 

La segunda vez que fui interrumpida por una mosca, tuvo el decoro de posarse en la ventana y no en el libro como la anterior, pero de igual forma la maté. Fue su zumbido lo que me hizo hacerlo. Las moscas nada saben de silencio y después de todo, yo estaba en la biblioteca y garanticé la permanencia de silencio.

Después de haber acabado con la decimotercera decidí que no podía seguir ejecutando insectos de esta forma, a estas alturas la técnica mortal era más que un éxito, era una obra de criminal, seguramente Pepe John, uno de los criminales con más muertes el año pasado, estaría orgulloso. Esperé que la decimocuarta llegara. Cuando llegó esta se posó en el libro tal como lo hizo la primera y me miró. No había ideado ninguna clase de plan, creo que no había necesidad, la observé unos segundos y noté que estaba atónita. Decidí contarle sobre la sangre que había en la ventanas, cortinas, el libro, la mesa y mis manos. Para cuando ya había terminado la mosca temblequeaba del susto, pero yo no iba a matarla, quería negociar. 

Negocié acerca de mi tranquilidad y ella negoció de los vuelos seguros sin la necesidad de derramar sangre. Ambas acordamos, pero cuando chocamos los puños, el mio la aplastó por completo acabando con la decimocuarta. Esta vez si había sido un accidente. 

CAMI