domingo, 10 de julio de 2011

Domingo de invierno


Esta mañana me encontraba igual que siempre, tomando un delicioso jugo de durazno, cuando recordé mi viejo libro de recortes, un hermoso cuadernillo colmado de momentos que fueron y que serán; momentos que recopilé con libertad e intensidad, también con dedicación. Un montón de curiosidades para perderse y no volver más. Eran cosas sencillas y fáciles de conseguir, pero de una frescura inolvidable; hojas de otoños lejanos, postales de lugares que jamás he visto, anuncios de obras de teatros y así. 

¡Hace mucho que no abría aquél cuaderno, menos escribir y coleccionar palabras! 


Me encantaba pasar tiempo con mi cuadernillo. Y ahora, lo tenía tirado por ahí como muchas otras cosas que después el tiempo te hace olvidarlas. El mismo tiempo que me hacía ahora recordar que las había olvidado. ¿Cómo pude abandonar algo que realmente me regocijaba? 

Eso ya no importa, lo que interesaba ahora, es recuperar lo perdido. Primero buscar al famoso cuaderno, luego ponerlo al tanto de todo lo que ha pasado, y por último cumplir lo que decía en esos entonces: hacer cosas nuevas. Estas cosas nuevas se hacen con calma, no puedo ir a bailar por la calle completamente desnuda porque se me ocurrió, ó lanzarme en benji, como una completa lunática.  Hay que empezar de a poco, debo hacer cosas que jamás haría, pero que las harían todos los demás. Cosas que realmente me dificulten la vida, como las de hacer deporte. Ya sé que es deporte, y qué no hay nada de nuevo en eso. Pero, si algo quieren saber de mí es que soy absolutamente terrible para los deportes, ¡lo he intentado, pero soy malísima! La única vez que salí a trotar cerca de mí casa casi me dio un infarto. Literalmente un infarto. 

De modo que está claro que no voy a trotar si es eso lo que piensan,  ¡tampoco estoy chiflada ni nada parecido! ¡Que una obstrucción es una obstrucción! ¿A quién le da un infarto por trotar?

Ahora  que no dejé dudas, no veo el por qué no intentar otra clase de deporte, que no involucre el andar con prisa. Tal vez debería retomar el yoga y hacer algo de bicicleta, para luego poder deambular por las calles y tomar miles de fotografías. 

Les propongo lo mismo; hacer cosas nuevas para no volverse loco, tales como bailar por la calle al estilo Gene Kelly, hacer un viaje sin plan ni propósito, disfrutar el invierno para disfrutar el verano, deleitarse con un café, una canción, un buen libro, incluso la soledad, tal como lo hago yo.

¡Feliz Domingo de invierno y feliz cumpleaños abuela!

viernes, 8 de julio de 2011

Lo que uno suele olvidar

1. ¿me subí el cierre? 
2. ¿lo saludé?
3.   ¿le pagué?
4.  ¿lo guardé?
5.   ¿dónde estacioné el auto?
    ¿me pidieron algo más?
7.    ¿traigo las llaves?
8.    ¿se envío el correo?
9.    ¿tomé la pastilla?
10. ¿lo traje?
11.  ¿qué me dijo al final?
12.  ¿dónde era?
13.  ¿qué número era?
14.  ¿se me cayó en algún lado?
15.   ¿lo dejé aquí?
16.   ¿lo conozco de algún lugar?
17.    ¿cuánto me dijo?
18.    ¿qué talla era?
19.    ¿cuándo era su cumpleaños?
20.   ¿me faltó poner algo más?...

Goodbye June - Hello July

Estoy cada día más convencida de que quiero vacaciones cuanto antes. Posiblemente lo causó Junio. 


¡Definitivamente no fue mi mejor mes!, pero al menos el mundo no se acabado. ¡La buena noticia es que ha terminado y estoy súper emocionada por Julio. 


Ya pronto vendrán las proclamadas vacaciones, y espero hacer de mi tiempo algo realmente útil. Por supuesto no puedo olvidarme de mi PSU fobia, la peor de todas, por tanto mi descanso no puede ser eterno, puesto que pretendo sí o sí prepararme o morir en el intento, sino estaré oficialmente en el foso.


 Por otro lado, me cansé de tanto estar enferma y aislada en mi burbuja, me cansé de mi nariz y el  que no me permita respirar con naturalidad ni un segundo. Me cansé de esos resfriados que confabulan en mi contra y que ni estiman mi sufrir; es por ello que he decidido no contagiarme más, no padecer absolutamente ningún malestar ni dolor y estar completamente sana y recuperada, no sé si se puede, o  si funcione, pero es una proyecto que intento probar; puesto que cada vez que me venga una tos o algún tipo de recaída estaré con el mejor de los ánimos en vez de estar toda malparada y deshecha. 


A finales de julio, el 27 de julio para ser exactos, estará de cumpleaños una de mis mejores amigas, y ya que arruiné en Mayo un cumpleaños, intentaré compensarlo con este que viene. 

So, June

YOU SUCKED

(Only Really)

and
July

BE PREPARED TO DISTURB MY WORLD!

Amelie Poulain, mi señorita favorita


No fui a clases de física. Una puerta se cierra mientras otras se abren. A decir verdad no fui a ninguna clase. Una puerta lejana está en el fondo. ¡En el fondo no hay ningún sitio! Ya me perdí otra vez. Hojas en blanco sin nada que escribir. Me perdí mi clase de física.


¿Dónde están mis palabras?



Me quedé en silencio. Un silencio que grita a golpes; grita palabras. Palabras que pesan demasiado, unas más que otras, las mías un montón. ¡Cuando no estoy en la una, estoy en la otra! y ¿ahora qué voy a escribir? Un profesor que nada sabe. Sabe de física, pero nada sabe.


¿Cómo fue que me perdí su clase?
¿Cuándo podré abrir la lejana puerta que yace justo enfrente? 


Una puerta lejana se abre ¡por fin! Miles de ventanas salen disparas y a su vez se abren. ¡Pero yo no quiero ventanas abiertas! De las ventanas abiertas salen charlas alegres, ojos alborotados, y caóticos cabellos.


¡Cómo quisiera ver a Amelie Poulain ahora mismo! Inocente, tierna, soñadora, pero sobretodo infinitamente solitaria. 


Ella disfruta de las cosas sencillas; hundir la mano en el saco de legumbres de los mercados, y arrojar piedras al río, imaginando que podrían estar haciendo las otras personas en este mismo instante… ¡Me siento como una Amelie Poulain, con la misma cara de cuando se descubre algo!  

¿Qué descubrí?

Cuando los días no son azules

Una vez más, me dejo seducir a los encantos de Bridget Jones y sus diarios, donde mis ideas productivas, mis pensamientos profundos y las tareas importantes que debería realizar y dedicar mi tiempo, se han hundido en el sillón, con mi vaso de leche sabor capuchino y un par de tacos para matar el tiempo y a la vez, saciar mi obstinada hambre. 

Esto me ha hecho pensar de que, en realidad poco a poco, me he acostumbrado a los días no tan azules, a los de noches de películas, donde incluso mi conciencia me abandona; me deja enteramente sola y me observa de lejos; esperando a que regrese junto a la puerta de salida del "totalmente recuperada". Podrán imaginarse lo agobiante que debe ser verme  en un aspecto del que nadie desea estar, y del cual aspiramos hallarnos  completamente renovados y devuelta en sí.

Pero es cierto, hay días en que me desespero y me gustaría poner un clasificado que diga: Necesito, con urgencia, un Mark 
Darcy, que disponga de tiempo y habilidad para convencerme de construir historias nuevas, que me inspiren a convertirlo en el sujeto poético capaz de renovar cierto blog cotidiano que se ha vuelto cíclico y aburrido. 

Ahora bien, tampoco  es que sea una maravilla, después de todo no soy ni poeta ni escritora, solo alguien con mucha libertad de expresión, que necesita de otro capuchino para atontar sus necios pensamientos,  ya que ¿de qué sirven los príncipes azules si ninguno es capaz de rescatarte?

Un día que salí de casa


Creí que sería un buen día, no solo un día, no un día cualquiera, sino un buen día. Un  día para matar el tiempo y que él quiera matarme a mí. 

Pero, ¿qué se yo de cómo serán los días?,! Oh la ventaja que tendría si lo supiera!

En fin así fue mi día, un día cualquiera, un día que se cree listo y que de cualquiera no tiene nada. ¿Qué sabe él de cómo estaré yo?, absolutamente nada. Que rabia da, cuando los días se pasan de listos. Desafortunadamente me toco a mí,  ése era uno de éstos.  Él me toco a mí, así como yo, le toqué a él.

Me desperté como siempre: bien, ni tan feliz, ni tan triste, sólo bien, en realidad ni tan bien, me encontraba algo agitada y enfadada por motivos desconocidos. Enrollada entre las sábanas y empapada de sudor me incorporé con sueño. No era un buen día, y menos para salir, pero ¿qué tiene que ver una mala mañana con el comienzo de tu día?, una verdadera estupidez. 

Cómo siempre hice caso omiso a lo que pensaba, y me dirigí con mi garganta seca, a lo que acostumbro hacer: encaminarme a mis estudios.

No siempre dirigirme hacia mis estudios parece ser un mal plan, pero éste no era un día cualquiera, sino un día que se pasaba de listo.

Estando allí no me quedaba más que esperar, inquieta no hallaba hora de irme, miraba continuamente la puerta, una, dos, hasta cinco veces, si era posible, cómo si por casualidad me dejara libre el paso. Sería la primera en irme pensé. Algo que pensará, mi cabeza estaba vacía, ninguna advertencia, ninguna señal, ningún cartel que digiera: ¡NO debiste salir de casa hoy!


Pero, cómo dije, estaba vacía, logré contar unas cuantas cabezas vacías, que seguramente debían de estar igual que yo, agobiadas hasta los pies. Contando los minutos para irse, uno por uno. De pronto, mi tormento había terminado, era hora de irse.

En el camino, sólo estábamos el día y yo. Quería asesinarme, eso estaba claro, sino, no habría de ponerme en mi camino, mi tranquilo y radiante camino, una de las más horripilantes figuras. A decir verdad, uno de mis mayores miedos, que se encontraba justamente al final de la calle. Estaba acorralada, no tenía salida, de seguro era mi hora, pensé.

Comencé a dar paso por paso, tranquila sin alertar a la criatura que me miraba fijamente a los ojos, intente no mirarlo. Fallé. Apenas lo vi, comenzó a correr rápidamente hacia donde estaba. Entre en pánico, estaba aterrada ¿qué hago para que no me mate, si no entiende lo qué digo?, ¿qué dirán las personas cuando me encuentren, ¡¡Oh! pobre, era tan joven!? , ¿Qué le dirán a mi familia?,  a mi mamá le da un infarto, de seguro, ¡Oh! pobre mis hermanos! .Infortunado accidente desde claro, nadie sabría la verdad, nadie sabría que no fue la criatura quien me mató, si no el día, el día que se pasa de listo.

Para la suerte de ustedes y la mía, sigo viva, y es hora de revelar la verdad. Cuando vemos a un perro que ladra, uno cree que éste no muerde; por lo menos no a ustedes. Nunca pensé que podría atacarme. No, la verdad es que miento, claro que lo pensé, pensé que moriría y que  todo sería culpa del día, el día siniestro.

Pero, por lo general cuando uno ve una criatura cómo ésta, una que ladra, uno asegura que no muerde, porque no sabe lo que hace, ni lo que dice, ni lo que ladra. Puede ser eso, como puede ser lo otro: quería atacarme a mí. Porque le tengo miedo, porque soy sensible, porque estaba sola.

En este caso, la criatura de ojos endiablados, sí sabía lo que hacía y si ladraba. Tal vez  ladraba para advertirme que el día estaba atrás de todo esto y que él nada tenía que ver, que era el día su enemigo y no yo. Pero yo estaba frente su camino, a mí era a quién atacaría, no al día, ni a otro. Ése era mi destino. 

La loca que quiere vacaciones

¡Uuuf.. que desastre!, ya quiero vacaciones, cuando apenas terminaron.

Habrá pasado un mes o dos y las quiero de vuelta.
Montones de personas deben estar igual que yo, o deben creer que estoy loca. Sí mejor eso, estoy loca.

Una loca que quiere vacaciones.

Vacaciones, vacaciones… ¿qué pasa en las vacaciones que son tan adoradas?
Cada fin de año sucede lo mismo. Millones de personas toman las congestionadas rutas o se embarcan en vuelos repletos, a fin de encontrarse con sus familias. Las vacaciones son un momento muy esperado por muchas personas: son utilizadas para hacer una pausa, matar la nostalgia, recibir abrazos y dar regalos. Pero, ¿por qué debemos de esperar tanto? Podríamos disfrutar un lindo fin de semana y llamarlo vacaciones.

¡Necesitamos las vacaciones!, el mundo necesita de esa pausa tanto como el trabajador fatigado necesita de un descanso.  

Debido a la carrera de cada agitado día, las relaciones humanas se van deteriorando; los lazos sociales se vuelven más frágiles. Internet se hace presente para acercar a los distantes y alejar a los que están más cercanos. Falta el tiempo. Falta el diálogo. Falta la relación real con un sabor de humanidad.

Tiranía hasta en los cambios de regalos

Definitivamente sin palabras. A todos nos ha de pasar, quizás más de alguna vez recibir un obsequio que prácticamente no podríamos usar ni para la limpieza, ¿qué será mejor, rehusarse a no usar nunca el regalo o simplemente cambiarlo? Sin duda, la alternativa más atrayente es cambiarlo, si es nuestro regalo, puedo decidir yo la utilidad del mismo, a fin de cuentas, se lo dieron a uno. 

Hace poco cambié lo más difícil que pueden regalarle al género femenino: un bikini. A mi juicio fue un acto de amabilidad, incluso de esfuerzo, pero también una arriesgada decisión. Tan arriesgada que a causa de dos motivos lo llevarían a ser el presente por el que me atrevería a rendirme. Primero, porque el comprador no puede asegurar que tan bien le quedará a su regalada dicha prenda aún teniendo una leve sospecha de su contextura, segundo, porque aún si la primera causa fuera superada es muy posible que sea desechado por el estilo que debe ser y ahí solo se ha de tener suerte o buen ojo. 

Pues bien, este era todo lo opuesto a lo que yo elegiría y no me quedaba opción que cambiarlo, al menos si quería alguna vez hacer uso de tal presente. Y eso fue lo que me dispuse a hacer, pero todo salió como no debía: por un lado la tienda estaba hecha un zoológico, las vendedoras desanimadas tenían una cara de mierda, sospecho que esperaban con ansias su hora del almuerzo y cada vez, que encontraba una prenda, un bolso o cualquier cosa menos un bikini resultaban ser estremecedores, o me faltaba dinero o debía buscar algo más para llevar, lo que me era imposible, para completar el monto me di cuenta de que no había nada que en realidad necesitara y aún más no había nada de nada. Me dirigí a los accesorios con la esperanza de que siempre hay algo para llevar, aún por pequeño que sea, pero al entrar y mirar las etiquetas me dio un revoltijo por completo, cualquier objeto en que se posaban mis ojos pedían más de lo que yo tenía. 

En eso las vendedoras hastiadas por mi insistencia en que solo me dejaran llevar lo que realmente quería aún cuando me alcanzaba para algo más pero no suficiente como para comprar otra cosa. Yo, por mi parte persistía en la búsqueda, exasperada y famélica por todas las horas consumidas y ningún bocado que saciara mi apetito, mientras tanto se acercaba la hora del almuerzo. 

Para un final feliz, logré llevarme lo que quería, además de una de esas lociones desmaquilladoras faciales, que resultó ser bastante útil entre tanto zoológico. 

CAMI 

El amigo que casi aprende a hablar



''El que lee mucho y anda mucho, ve mucho y sabe mucho'' 


Las lecturas nos cambian tanto como las buenas o malas compañías. Dejan su huella que depende del viaje al que nos llevó. Se habla mucho del placer de leer y es verdad, leer es pasión, los libros envuelven al lector y le comunican un deleite, porque es una actividad auténticamente humana. 
El libro es un amigo y compañero, que nos hace valga la redundancia compañía y a la vez nos introduce dentro de él, presenciando como un testigo la historia que nos cuenta. 

Te debo una


Desde que comenzó Marzo, más o menos, que partí con la rutina de muchos, la que es igual a cada año. Pero por un impulso del momento o por esos misterios de la naturaleza, no la sigo más. No sé exactamente qué fue lo que pasó, pero sé que aprendí algo. 

Tal vez acerca del compañerismo o de lo mucho que nos perdemos y de lo mucho que tenemos culpa. Estamos tan ocupados botando el tiempo que no hacemos lo que nos gusta porque sería ''perder tiempo'' cuando en realidad, mientras más postergado está, más nos quejamos de lo tradicional y apático del mundo. Es una contradicción, pero hay que ser feliz por ser uno y no ser el otro. 

Hace unos días vi un programa de televisión un ''círculo de cosas buenas'' o así lo llamaban, lo vi y pensé ''¿qué es eso?'' y antes de pulsar el botón y cambiarlo, me detuve. Había entendido el mensaje, trataba de una pequeña comunidad, donde mostraban a una trabajadora feliz que salía una mañana cualquiera con su rutina de trabajo programa cuando de pronto decide tomarse unos segundos y decirle a su vecino lo bien que se ve hoy, el vecino halagado comienza su día más feliz que antes y le regala a su esposa un gran beso, ella feliz también va donde su amiga y le trae un café, su amiga ayuda a un desconocido a cruzar la calle y el desconocido que era conocido de alguien ayuda al jardinero con sus flores, el jardinero ayuda a un joven con la rueda de su bicicleta, el joven  a su vez hace las compras por el adulto y el adulto con tiempo de sobra cocina galletas para la trabajadora, quien resulta ser su vecina. 

Después de terminado dicho programa me puse a pensar en la cantidad de cumplidos que digo y a cuantas personas podría hacer feliz con solo un halago al día. Fue demasiado utópico para ser cierto, por lo que tuve que revivirlo, me puse a pensar en todas las veces que cedía mi asiento en el tren y cuantas señoras me lo agradecían y cuantas no. Un día cualquiera me subí al tren que es lo usual y un joven se para y me cede su asiento sin razón alguna, fue tan inesperado como la recompensa de todas las veces que yo lo he hecho por alguien. Es bonito hacer cosas por otros y ser recompensada. 


CAMI.

martes, 5 de julio de 2011

Malas palabras, buenas palabras o sin palabras.



Palabras o más que palabras,o una vida sin palabras. ¿Una vida sin palabras, un caos o todo un antojo? A veces todo es más fácil sin palabras. A veces una palabra, incluso al otro lado del teléfono, lo cambia todo. Lo desordena. Lo altera. A veces una palabra nos invade sin que podamos deshacernos de su recuerdo. Parece que aquello que no se pronuncia duele menos porque es como si no hubiera pasado. Aunque son los silencios lo que transmiten la peor emoción, que es la incertidumbre. No es el amor lo que perturba la vida, sino la incertidumbre del amor. Vuelvo a combatir la incertidumbre con un ejército de palabras. A sabiendas de que, a veces, todo es más fácil sin ellas. 

CAMI.

viernes, 1 de julio de 2011

Una especie de presentación


Hace tiempo que no escribía y menos aquí, será que en realidad perdí la motivación o es solo una cuestión de actitud. Al decidir crear un blog, fue para tener un diario íntimo, en el cual no escribiría ninguna intimidad. Fue para darme a conocer, a pesar de que no quiero conocer a nadie; fue para publicar temas variados que alguna vez captaron mi atención y los dejé ahí botados en la mente. Fue para tener un sitio para publicar de lo interesante, pero que a nadie le interesa. Este blog es todo lo que no se puede esperar, a veces lo encontraron incoherente o incluso contradictorio, pero como dijo Alfred Hitchcock, un director de cine británico ''Hay algo más importante que la lógica: la imaginación''.

Sácale jugo a la lectura



¿Por qué?, me pregunté, ¿Por qué de hacer lo que uno no quiere hacer?, es absurdo y en vano hacer lo que uno no anhela de verdad y aún más, si me veo en la obligación de hacerlo. Suspiré, aunque trate de engañarme, me dije para mí mismo, no tendré otra opción más que rehusarme y aceptar la vanidosa invitación que justo ahora permanecía en aquella esquina de mi escritorio donde suelo escribir mis lujurias y lamentaciones de la realidad en la que estoy sometido.


Y ahora que me encuentro en condiciones para escribir, he decidido relatar mis puros pensamientos y convertirlos a lo que me ha llevado a resignarme y aceptar la blasfemia de invitación.


Suspiré. El lunes 16 de Octubre, es decir la semana pasada, por si no lo he aclarado aún, fui al correo central para verificar si habían llegado ya mis fotos que exhibo cada jueves en el Museo Galería Lywan. La señorita Jane pareció nerviosa al acercarse y pronunciar con sus labios color carmín que se habían retrasado, por lo que me dirigí a ella y antes de voltearme hacia la puerta, me detuvo. Por un momento creí que tartamudeaba con su mano sobre mí, pero rápidamente olvide lo que hacía y ella con su voz tenue me dijo: "aguarda, llego una carta esta mañana". Me entregó la carta y me acerque a la salida.

Al abrir la carta me di cuenta que trataba de una invitación de Lord Gregory por su regreso a Cambridge, al leer esto último se me vino una secuencia de horrorosas tonterías sobre la ceremonia. Ante esto debo agregar que no soy del agrado en la sociedad y que siempre he estado aislado de esta.

Bueno, al dirigirme a la propiedad de la Condesa Ingrid, mi tía y también el lugar donde me críe, me senté en aquel sillón marrón, en el que nadie se había sentado más que mi tío ya fallecido. He ahí cuando me dormí, y desperté de un salto al sentir la cerradura de la entrada y escuchar una plena voz que pronunciaba:
“Aarón ¿llegaste ya?

Sí tía, respondí insensatamente.

Me entere de la llegada de Lord Gregory, me dijo y rápidamente continuó diciendo:
Quiero que vayas, sería bueno para que alternarás con los nuestros.

Cuando dice nuestros se refiere a la elite, la misma estirpe de la que me veo obligado a relacionarme, pensé.

¡NO! de ninguna... manera le dije apresurado y frunciendo el ceño. No tengo nada que hacer con ellos.

Solo ve, compórtate y luego regresas, replico.


Está bien, dije sin saber lo que decía, mientras me despedía y desprendía un beso en su mejilla, pensando en el embrollo en el que me había metido o en el que me estaba metiendo.”

Durante la semana permanecí totalmente desconcertado y hundido en mis pensamientos. Pase horas sentado a las orillas de la laguna que enriquecía la mansión, intentando meditar y aclarar mis pensamientos, sin recurrir a la malicia e ignorancia.

Finalmente, ahora que me encuentro aquí, sentado en la alfombra gris forrada con diseños de aquella época, en que mis progenitores solían vivir y morir desdichadamente, donde no había más que señores feudales,  y campesinos desilusionados por aquellas injusticias de siglos pasados y del actual. Me encuentro aquí mirando el atardecer y la aparición de la propia Luna, intentando pensar ¿Qué hacer?,  o ¿Qué haré cuando el carruaje llegue y este obligado a verles el rostro a todas aquellas personas?, ¿Qué haré?, pero antes de poder pensar un poco más, vi entrar a mi tía con una bolsa que aparentemente venía de una de las mejores tiendas de Cambridge. Al ver su aparición y su expresión en el rostro, se me olvidaron todos aquellos pensamientos que recorrieron mi mente durante todo este tiempo, haciendo que al fin me resignara por completo y fuera al tal evento.

Al bajarme del carruaje y subir esas escaleras hacia la entrada principal, sentí muchísimas miradas rodeándome la espalda, miradas llenas de asombro e incredibilidad que provocaron en mí una posición rígida y de intimidad. A los pocos momentos de recobrar la cordialidad, atravesé la sala para acercarme a Lord Gregory, con la mayor indiferencia posible. Este al notar mi presencia, me estrecho la mano y yo estuve obligado hacer lo mismo. Luego ya de haber saludado a unos cuantos caballeros, me sentí agobiado al descubrir que me encontraba rodeado de jovencitas, que intentaban bailar o por lo menos empezar una charla, intenté casi desesperado deshacerme de ellas e irme a toda velocidad. Pero antes de darle comienzo a mi ingenuo plan, me sentí observado, por una extraña mirada que no pertenecía a lo común, y que carecía en todos los sentidos de los valores de la sociedad. Al girarme hacia la derecha y hallar aquella mirada que me cautivo, me encontré totalmente perplejo a tal belleza inalcanzable, que provenía de aquella hermosa criatura. Ojos grandes del color de la miel, analizaban mi actitud con gran intensidad. Por unos momentos no supe que hacer, pues al quedar libre por completo de las jovencitas,  me acerque al balcón, que se encontraba al final de la pista, teniendo la esperanza de que aquella mujer hiciera lo mismo.
Pero no fue así, me encontré totalmente solo al cabo de unas horas, sentado y sin más que hacer, que rehusarme por completo y volver a la propiedad de mi tía sin ninguna esperanza, entristecido a tal desilusión. Y fue en eso entonces cuando en mi mente apareció la palabra amor, me había enamorado, dije en voz baja. Y supe que había sido una de las mejores noches de mi vida.

Un marrón poco normal

Sin lugar a dudas, mi color favorito es el azul o mejor el naranja o el marrón, si el marrón es mi predilecto, cómo no serlo cuando es tan profundo y apacible, suavizando los exquisitos colores de la fase otoñal. Tal vez tú no lo entiendas, tal vez me dirás: es solo marrón, es tedioso, aburrido, molesto, monótono, agobiante, que llega a sofocarte de solo nombrarlo o probablemente dirás que estoy exagerando. En ese caso te diré que hay cafeterías donde todo es marrón, que sirven el café a cada hora sin parar, donde tanto las comidas como los clientes tienen pensamientos de color marrón y si, las comidas también piensan; donde el ánimo de ellos es marrón, como sus pelos y miradas, cuyos ojos bailan, charlan, se observan hasta sonrojarse y detenerse para mirarte a ti, tan abatido y casi rendido, usando ese suéter tejido a mano de color marrón, como si quisieran arrancarlo de tu cuerpo. 

Allí donde creías que el marrón no se usaba, te encuentras ahora sofocado hasta los pies por tu oponente, rendido ante miles de miradas, una particularmente, no la de marrón, sino la de ojos de tuna, que te mira fijamente cómo si supiera lo que tratas de decirle. Pero ella se rehúsa a escucharte, pues le encanta el marrón casi tanto como sus ojos de tuna. Y no deja de pensar lo que le dijiste hace un rato. Tú me dirás que no le dijiste nada, que apenas la conoces. Y yo te diré que ''el marrón es tedioso, aburrido, molesto, monótono, agobiante, que llega a sofocarte de solo nombrarlo'' pues eso fue lo que me dijiste.