jueves, 28 de marzo de 2013

Sin esconderse

Nadie notó jamás que detrás de toda esa ternura, de esas ondas casi perfectas, de esa risa chistosa, de esos dibujos de pájaro, se callaba una soledad profunda. 

No se trataba de disimulación ni de tristeza, ni ella misma sabía bien que era, en realidad estaba segura de ser una persona bastante feliz. Solo en las noches de intenso silencio florecían pensamientos que no la dejaban conciliar el sueño y por desgracia, brotaban lágrimas ligeras que recorrían su cálido rostro. 

Una pequeña chispa , casi imperceptible al ojo humano, estaba creciendo. Una noche la joven angustiada despertó con los ojos hinchados, como si hubiese estado llorando dormida. Su respiración estaba contrariada, sus latidos agitados y la garganta le impedía emitir sonido alguno, se estaba asfixiando. De pronto comenzó a toser, cada vez más rápido y con más fuerza, como si todo el día fuera a salir de ella, tosió como si ya nada le quedara, como si fuera inútil, tosió sin miedo y sin angustia, en realidad no había nada que perder, tosió hasta que una pepa tras otra fueron saliendo de su boca. Nunca supo cuantas pepas salieron ése día, pero debían ser varias. Estaba colorada, sudorosa y perpleja, había crecido una sandía en su vientre.  

CAMI

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