lunes, 26 de noviembre de 2012

Sin memoria no hay color de rosa

La luz cegadora permanecía intensa, cerré los ojos un instante, estaba fatigado,  jamás había echado un vistazo a mi interior por más de diez minutos y tal acto había despertado curiosidad desde mis orígenes. Me sentía extrañado e intrigado, parecía una especie de visitante y no un dueño de su propio cuerpo. Por un lado, divisaba mi lengua que articulaba palabras como "no todo es color de rosa", aún cuando en un principio lo parezca, insistía en anunciar lo contrario, y por otro,  me observé a mi mismo, escribiendo encorvado y de forma angustiada, arrancando papel por papel algo que parecían ser recuerdos, los que arrojaba al piso de forma brusca y desconsiderada. 
-No te inmutaste con nada, me decía, pero aquí estamos los dos ahora. Sabía que vendrías, continuó, pero llegas tres días tarde. 
Prácticamente me hablaba lo que se conocía como alma, posteriormente como mente y actualmente como conciencia. Percibía cierta indiferencia de su parte, estaba indignado de mi y quizás tenía razón para estarlo, pero yo no podía permitírselo ¿o si? ¿desde cuándo se ha visto que una conciencia tiene mayor importancia que todo el ser? y ¿desde cuándo se ha visto que el ser es mayor que su conciencia? ¿Qué sería yo sin mi conciencia? Un ser sin culpa, un ser sin mente, un ser sin alma, un don nadie, o  mejor dicho, un Señor X. 

Siempre supe que había sido el Señor X desde las penumbras, al principio creí tener algo que acabaría con los vacíos, esos que todos han visto y que yo nunca pude ver, sin embargo aquellos algos se fueron reduciendo por si solos, y ahora mi anticonciencia (si se puede llamar así) se encargaba de realzar lo que había estado ocultando por dos décadas y media. Así es, creo estar seguro de tener veinticinco, una experiencia de cuarenta y dos y un vocablo de un chiquillo de quince. Soy de indignar, no por ello, dejaría a mi anticonciencia burlarse de mi. 
Estaba eliminando mis recuerdos, esa arrogante y grosera anticonciencia.

Recuerdos que marchaban, martirios que llegaban, cada vez me sentía más y más cansado, estaba débil y la fatiga me era insoportable. Mi memoria se estaba vaciando. ¿Qué recuerdos me quedaban ahora? 
En realidad creo que ninguno, en lo profundo del fondo, vislumbré un brillo rojo, parecía algo delicado, como esos adornos que se cuidan como trofeos. Que se pulen a menudo. Que se miran pero no se tocan. Intenté acercarme, extender mi ojo de ave para observar mejor, me era familiar, creo saber de dónde viene, pero ¿qué podía ser? A lo lejos unos sonidos provenían de allí en el fondo. Estaba sobresaltado, el alboroto me tenía agitado y no por ello, la curiosidad disminuía, todo lo contrario. De pronto, había llegado la infeliz.

-Lo recordarías si hubieras llegado antes, me dijo,  tres días antes para ser exactos, hoy día está marchita y no queda más remedio que botar todo a la basura, decía mientras barría los recuerdos destrozados que permanecían aún en el piso y el corazón había dejado ya de latir. Siempre es a mi a quien le toca eliminar tus desastres, querido amigo. 

CAMI.

No hay comentarios:

Publicar un comentario

Well, cada comentario hace lo suyo, cada comentario nutre en cierta forma éste blog, ¿por qué no alimentarlo más?