domingo, 11 de marzo de 2012

Mi superhéroe

Cuando a penas tenía cinco años de edad mi papá se fue de la casa, así de simple como lo dicen las letras.  Podría usar circunloquios para decir que no fue tan así, pero la verdad es que nos dejo y aunque las primeras veces luego de su separación con mi madre lo vi algunos fin de semanas, las visitas se fueron reduciendo cada vez más; una vez cada un mes, una vez cada dos meses, una vez cada cuatro meses hasta que llegaron hacer unas tres o cuatro veces al año, si es que no le pongo demasiado. 
En esos entonces mi mamá se había convertido en toda una heroína, siempre lo había sido desde las sombras, desde la discreción, sólo que ahora me dejaba con la boca abierta hasta los suelos. Consiguió tres trabajos y hacía el rol de todos; el  de padre, el de madre, el de abuelos e incluso el rol de la divertida hermana mayor. Mi mamá era seca, lo sigue siendo. Recuerdo que nunca hablaba mal de mi padre o le echaba la culpa de algo (por más que lo tuviera merecido), sólo nos secaba las lágrimas de los ojos y nos consolaba con sus dulces y plácidas palabras a mi y a mi hermano. Gracias a ella nunca  discutimos, no como todos los hermanos lo hacen, no lo creía natural. 
Nos ayudaba con las tareas, vio todas nuestras obras de teatro, me acompañaba los Sábados a alpinismo a escalar las montañas, aún con lo cansada que llegaba los Viernes, hacíamos adornos para el árbol de Navidad (y aún continúan adornos que hice en mis primeros años de colegio). Nos horneaba galletitas; recuerdo la vez que llevaba mucho tiempo sin hacer galletas y le salieron duras y el Panchi y yo le dimos un beso y las llevamos igual al colegio, no eran las mejores galletas pero a nosotros no nos importó porque mi mamá las había hecho con cariño. Renunció a un trabajo muy bien pagado porque yo y el Panchi se lo pedimos, no queríamos volvernos una familia de las que nunca se ven. Creí en el Viejito Pascuero gracias a ella, aún no entiendo cómo lo hacía para no despegarse de nosotros y que de repente el árbol estuviera colmado de regalos, supongo que era magia. Se disfrazaba en Halloween porque  a mi me daba vergüenza hacer el ridículo y ella lo hacía unas diez veces más.

Podría seguir diciendo cientos de recuerdos buenos acerca de ella, pero ese no es el punto. La situación es que mi mamá pudo haber hecho millones de cosas por y para ella y haberse victimizado por la suerte que le tocó, en cambio eligió siempre la fortaleza y por sobre todas las cosas a sus hijos. Escogió compartir con nosotros ante cualquier carrera por delante o trabajos que llegaban sin aviso. Para ella, nuestros adornos hechos a mano o las tarjetas del día de la madre eran más importantes que los adornos carísimos del comedor. Hoy, aunque no se lo digo muy a menudo me encanta cómo es y espero algún día entregar el mismo amor por detalles simples que ella constantemente me da, incluso ahora de grande. 

AMO A MI SÚPERHÉROE


Cami

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