lunes, 27 de febrero de 2012


// ALGUNAS HORAS DE OSCURIDAD

A esos de las 19:30 p.m. la luz había colapsado, ninguna casa ni semáforo daban señal de mejoría, tres ciudades cercanas estaban en las mismas. Admito que no supe nada hasta que abrí el refrigerador y con él la comida a oscuras. 

A las 3:30 p.m., unas horas atrás, estaba en el supermercado ordenando unas papas fritas cuando mi teléfono sonó. Era mi primo o como yo lo llamo "mi nito", me preguntó ¿qué estaba haciendo? y cómo muchas otras veces se aparecía de repente sin importar la distancia; él vive en la capital y yo en la zona turística, sospeche que algo estaba tramando. Y en efecto, sus próximas palabras fueron genial, porque estoy en tu casa y tengo hambre. Y enseguida vino mi alegre y ridícula sonrisa. 

A eso de las 8:00 p.m., hora de transición entre día y noche, el cielo se veía aún rojo, al parecer un incendio estaba cerca y ya llevaba su rato. Yo, terminaba de jugar Monopolio junto a mi nito y mis dos hermanos, que por cierto los hice trizas, cuando nos preparábamos para tomar el té antes del anochecer. 

Cerca de las 9:00 p.m. mi primo debía irse, caminé hacia el portón mientras él encendía su motocicleta. Luego de eso, ya era demasiado tarde y nada cesaba. Yo, pensaba en los Oscar (típico de mí), mientras todos escuchaban la radio para saber qué diablos estaba pasando; 15 casas, 30 casas, 100 casas, todas consumidas por las llamas. Periodistas, noticieros, declaraban la existencia de un albergue, otros aclaraban que las llamaradas alcanzaron al menos 50 hectáreas, cuando yo apenas supe de tres. 

¡Really sadly! I mean it, cuando me puse en sus zapatos, imaginándome cómo sería ver todo en llamas, la cocina, mi ropa, los cuadros que pinté, el mosaico que hice, las cartas de mi querida Fabi, todo, todo en llamas. Lo supé, sentí por un momento la verdadera compasión, no la compasión cualquiera, sino la verdadera, la que es muda y te la guardas. 

A las 10:30 p.m. o un poco más tarde, finalmente volvió la luz y con ella la insinuante pierna de Angelina Jolie en ese vestido de terciopelo negro. 

Cami

martes, 21 de febrero de 2012

Cuando mi consciencia gana

A las 9:00 de la mañana sonó el despertador. A las 11:00 de la mañana  aún en la cama me doy cuenta de que se me hizo tarde; me levanto de un brinco corriendo por el pasillo en dirección al baño. Al mirarme en el espejo mi consciente estalla un bombardeo de palabras que no logro distinguir: ¡Rope, cOn qÉu Arca manEiscet oHy!

¡Ah!, ya entendí ¡pero, con qué cara amaneciste  HOY! y mi inconsciente sale a la retaguardia diciendo que estaré radiante en un par de minutos cuando esté en la ducha y mis párpados se hayan incorporado de la hinchazón.

Ya lista para salir cojo las llaves, un yogurt y un par de galletas mientras en mi cabeza hay una extraña conversación:  

C: ¡Hoy es un día agitado! (palabras que salen de su boca en sólo una fracción de segundos). 
I: ¿Pero, por qué? Ya saliste de vacaciones, terminaste la secundaria, aún no entras a la Universidad y ni trabajas.  
C: Oye, ubícate, no VES que trabaje de forma esporádica y tu ya me reprochas. 
I: Cuidar niños NO son un gran trabajo, pero supongo que ya lo sabes. Además no comprendes que no puedo reprocharte, no tengo manos para hacerlo, soy la otra escena; los sentimientos reprimidos mantenidos siempre al margen, no puedo ni acercarme a ti conciencia. Me aíslas y me mantienes callado, quieto y tranquilo mientras observo cómo lo arruinas todo.  
C: No le haré caso a un pensamiento cómo tú, eres irresponsable, desequilibrado e incapaz de pensar en las consecuencias de tus actos.
I: Me ofendes hermano, tienes que aflojarte de vez en cuando y dejarte fluir en este enorme espacio que tenemos.
C: ¿Fluir? , que yo no soy ninguna de esas tribus a las que tú ciertamente perteneces; hippies, grunge, indies, jamaicanos y cualquier otra  peste alternativa.
I: Cómo siempre no haces caso de lo que digo, maldito tirano dictador.
C:(Eludir) 
                                                                 Cami

domingo, 12 de febrero de 2012

Individualidad


Seguro que todos alguna vez se preguntaron cómo serían de grandes y qué clase de persona llegarían a ser. En mi caso muchas veces lo pensé, de hecho, creí que sería millones de personas; colmada de admirables y distinguidas cualidades que se notarían incluso desde una esquina a otra junto al semáforo cruzando al metro. 

A medida que fue pasando el tiempo, esas millones de personas se fueron reduciendo cada vez más hasta llegar a una sola: la persona que realmente soy. 

La persona que soy ahora debo decir que me enorgullece, sin embargo no es lo que esperaba; esperaba hacer grandes cosas, quizás ya las he hecho y aún no lo he notado o sólo quizás esperaba demasiado. 

La persona que soy ahora tiene grandes cualidades, más de las que solía imaginar. Sólo que éstas no son vistas desde una esquina a otra como supuse que serían, sino que son vistas después de unos segundos, a veces minutos, o unas cuantas horas, incluso días  y si NO tengo suerte años.

Segundos, si logró sujetar la puerta de la farmacia a la ancianita que viene detrás siguiendo el paso; minutos, si platico con un niño de apenas cuatro años mientras tomo una o dos libretas de Casa&Ideas; horas, si me encuentro en una junta de amigos charlando, escuchando, opinando y compartiendo. Días, si conocen mi modo de hablar, oír, mirar, pensar, reír y sentir. Años, si conocen lo que escribo, lo que cocino, lo que leo,  que película ciertamente escogeré para arrendar, que película ciertamente NO escogería nunca para arrendar, mi música favorita, mis lugares favoritos, mis tiendas favoritas, mi risa falsa, mis ojos falsos, mi cara falsa, mis mayores miedos, cuando algo me asusta, cuando algo me colapsa, cuando tengo hiperventilación, cuando no quiero nada, cuando lo quiero todo, cuando tengo pena, cuando estoy feliz y no finjo estarlo, cuando quiero estar acompañada, cuando quiero estar sola, cuando quiero sentir los pies en la arena y mojarlos en el mar, o simplemente mojarme entera...



minutos. horas, días, años.... 

es lo que toma realmente conocer a una persona .



 Cami